Queridos hermanos en Cristo:
Hermandad es sinónimo de vida, de fraternidad, de devoción y de buenos momentos; formar parte de una Hermandad es todo eso y más: es adentrarse en un mundo de fe, tradición, compromiso y valores que vivimos con gran intensidad durante todo el año.
Ser hermano o hermana es integrar una familia con la que no solo compartes creencias, valores y tradiciones, sino que, además, es una familia con la que creas un vínculo de amor, unión y apoyo mutuo que va muchísimo más allá de lo religioso, y es, además, ser custodio de la fe, de la oración y de las obras sociales, es también ser centinela de las tradiciones que de generación en generación se han transmitido, de los valores como la solidaridad, la caridad, el respeto, la responsabilidad y el compromiso con su gente y sus creencias, es, simplemente ser familia.
Para mi ser hermano, y no de cualquiera, sino de la Humildad, significa muchísimo más que participar en nuestras procesiones y cultos, es formar parte de una familia viva y comprometida con la fe, la cultura y la sociedad; es vivir la Semana Santa con intensidad y fervor, es tener una segunda familia que me apoya, me cuida y me guía en los momentos difíciles y que me abraza y me provoca una carcajada cuando la felicidad roza limites estratosféricos.
Empieza una nueva etapa, llena de luz, de esencia y de aire nuevo. Un aire que pretende traer consigo los lazos de hermandad para unir a su gente y para ser participe en nuestros cultos. Un aire en el que respiremos carcajadas y lloros; una brisa que nos susurre sobre Nuestros Sagrados Titulares y sobre la devoción que por ellos profesamos.
Por favor, acompañadnos en esta bendita locura llamada Humildad.
Recibid un fraternal abrazo.
Alejandro Á. Longines